martes, 16 de agosto de 2016


Era de esas tardes que nos gustaron siempre…
Entre visillos bordados, tu mirada seguía mis pasos lentos por el parque.
Tras los vetustos marcos, sístole y diástole aceleradas te incitaban a correr.
Un extraño impulso te llevó a tomar la aldaba… mientras el temor a perderte te sujetaba la espalda.
Un sino de melancolía y drama te condujo de nuevo al piano, en el cuál ejecutaste la atormentada batalla de tu alma…
Mi imagen protagonista de cada alucinación no te abandonó nunca.
Tu abandono me acompaña por siglos.
Volví a pasar una y mil veces frente a tu ventana, esperando tus ojos que todavía tengo clavados en los míos… y lo lloré en las letras de infinitas odas.
El fruto de nuestro inmenso e inconcluso amor abonó miles de vidas, cientos de romances nacieron a su sombra… tu música… mis letras.
Hoy, después de tantas vidas sigo sintiendo tus elecciones sin elección.
Valga tanto dolor Federico para justificar el último aliento en el cual alguna vez seremos.


María Williams

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