Las distancias puestas son muchas veces sanas. Objetivarse, ver, observar lejano…
Extraña mi piel su sentido , el cuerpo apretado con otro cuerpo, la mirada penetrante en otros ojos, el roce de las manos en una misma dirección.
Un camino gélido me espera y lo recorro.
Como un túnel azul me acoge y organiza.
Cada paso que doy sigue siendo pétreo. Y avanzo a pesar de los cristales.
No está en mi naturaleza detenerme.
Pero por momentos duele, por momentos la memoria de unas manos duelen.
Caen a borbotones las lluvias de mi vida… ellas también tienen memoria de enjugados.
La soledad es mi amante y mi condena… siempre he tenido una relación masoquista con mis días.
Alguna tarde junto al agua clara, un atardecer frío que cobije su ropa, una noche nublada que arrope un padre ausente, un amanecer luminoso y tierno con olor a tostadas…
Despierta, Morfeo te ha dejado… y sus delirios.
La vida continúa y es un tramo…
Nunca tengo frío porque así subsisto, así me abstengo de lo que no me abraza…
María Williams
martes, 30 de agosto de 2016
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