lunes, 28 de septiembre de 2015

Enredada en las justas tramas de la lógica, previsible y metódica, no veo.
Los silogismos son perfectos, categóricos, infalibles.
Sirven para muchas cosas, entre otras, filosos divisores de aguas entre izquierda y derecha, racionalidad y sentir.
Anhelaba las armas de Atenea, que con Temis cegaron la conciencia del destrozo, la destrucción, que- de igual modo- ocurría silente.
Las partes, los pedazos están ahí ahora.
Intentan infructuosamente acallar los estragos, los argumentos y las razones.
Falsa percepción de orden del caos, ya no guías más mis sentimientos.
Viene a mi memoria un verso de la infancia…

¡Detén tus pasos Lógica, no quieras
que se hagan pesimistas los idiotas! (Almafuerte)

Detente! Ya no caben en tus casillas mis infinitudes. Ni en tus limitaciones mis deseos.
La vida y la muerte son lo mismo, aunque te empeñes en nombrarlos contradictorios o contrarios.
Y el amor atraviesa cada carne, cada luz y cada sombra, cada gota, cada mañana, y lo invade todo, como el mar, sin contenciones.
María Williams


Foto: María Williams. Sarria 21/10/2014

miércoles, 9 de septiembre de 2015




Cuando el dolor físico desgarra la trama secreta que conforma nuestra carne, se siente como algo ajeno, una vibración que atenta contra aquel orden que tanto deseo, contra las cuadrículas que mi mente construye, con íntimos deseos de explicar lo inenarrable.
Camino con dificultad y no llego a pisar como debiera las lúgubres porciones del asfalto.
Cada movimiento me recuerda la finitud del día, el fin de los tiempos, de mis tiempos.
Intento un equilibrio que no llega, aunque las básculas se llenen de justificaciones como pesas.
Intento abrazar esa historia, y congelarla, para alentar el mito de la juventud eterna.
Aletargando mi aflicción, siento, al no sentir, que estoy haciendo lo correcto.
Tarde, ya sentada en los brazos de Caronte, añoro aquellas llagas, sabiendo que el haberlas aceptado hubiera hecho más bello mi pasaje.
Me preparo a regresar gozando de otra vida, viva, y descorrer sin temor el velo que impide ver en el dolor la puerta, el camino que no hubiera recorrido de otro modo.
María Williams

Foto: Francisco Emilio de la Guerra

miércoles, 2 de septiembre de 2015


Y me quedo detenida sin quererlo en las palabras, en las letras que se suceden unas a otras dando forma a aquello que tiene la presunción de expresar los sentimientos.
Recorro cada renglón con la avidez de la rapiña, tratando de encontrar las respuestas a infinitos uróboros que envuelven el corazón y lo atraviesan cual eslabones de una cadena interminable.
Y me detengo allí, en la página abierta, en aquel quiebre de la encuadernación que pareciera, cual oráculo divino, indicarme dónde debo abrevar.
Una palabra lleva a otra y ya olvido la fatal vara para hurgar en cada punto, en cada párrafo, buscando…
Qué vacío no llenan tus palabras Barthes, cuando hablas del vacío?
Qué aguas no me mojan al pasar sin repetición, en las heraclitianas extensiones del presente?
Hoy es este momento, este minuto, este instante en que mis ojos te leen, y te entienden, o creen saber lo que escribiste hace siglos, o hace muy poco atrás.
Cabe en una página el universo lo mismo que el minuto, y vuelvo a leer como si fuera nuevo, lo que un día guió tu mano.
María Williams