domingo, 16 de agosto de 2009

....

Como siempre, las cosas aparecen o suceden en el momento justo. Ayer por la tarde me llegó un mail del Centro Transpersonal con un texto sobre el Amor consciente, que hoy voy a compartir.

Quizás este sea mi último post...no lo sé.

Nunca me arrepentiré de haber amado tanto.







Amor Consciente

En el momento en que nos oponemos a mantener confrontaciones con nuestra pareja, porque amenazan el statu quo que nuestro ego lucha por mantener, es cuando nuestra lucha de almas empieza de verdad. Podemos tratar de defendernos racionalizando nuestra actitud o invalidando las observaciones del otro, lo que tan sólo fuerza a nuestra pareja a gritar más fuerte, para que la escuchemos. Y, a su vez, nos lleva a excavar más profundo nuestras trincheras de batalla. Los conflictos de este tipo es probable que intensifiquen y destruyan la relación a menos que ambos podamos verlos como oportunidades para trabajar el alma.

A menudo nos resistimos a los enfrentamientos con nuestra pareja porque amenazan con hacer explotar nuestra protección, exponiendo partes de nosotros que pasaríamos un mal rato admitiendo. Sin embargo, al hacer desaparecer nuestra protección, nuestra pareja realmente nos está haciendo un favor porque mientras nos identifiquemos con esta protección -creyendo que somos la protección- nos mantendremos distanciados de quienes realmente somos.

Hay una historia sufí sobre un león, separado de sus verdaderos padres al nacer, que crece entre un rebaño de ovejas. Este cachorro de león actúa como una oveja porque cree que es una de ellas. Vive en un trance en el que cree ser una oveja.

Todos nosotros sufrimos un caso similar de identidad equivocada: somos una profundidad de alma que se hace pasar por un ego insignificante. Somos leones que se creen ovejas, escondidos tras una fachada de ovejas. Mientras continuemos pensando que somos ovejas, no obstante, estamos obligados a sufrir. ¿Cómo puede ser feliz un león viviendo como una oveja? No hay manera de experimentar verdadera alegría o plenitud cuando no estamos siendo lo que realmente somos.

Alguien con quien compartimos una conexión de almas ve el león que habita en nosotros, escondido tras la fachada de oveja. Sin embargo, cuando nuestro amante nos hace el favor de ver a través de nuestra fachada, solemos resistirnos. Al haber perdido contacto con nuestra naturaleza de león puede que nos hayamos apegado a nuestra identidad de ovejas. Sin ella, tememos perder nuestra singularidad, o quizá no ser nada en absoluto. Por ejemplo, un hombre que haya perdido contacto con su sensación de bondad fundamental puede que se haya conformado con ser un "buen chico" en su lugar. Es posible que cuando su pareja mire a través de esta fachada, se sienta aterrado al principio. Su disfraz de oveja no funciona, pero tampoco sabe todavía que es un león.

Momentos como estos nos llevan al filo de la navaja, ese momento de transición en el que una identidad empieza a abrirse, pero nada definitivo ha surgido todavía para ocupar su lugar. Si huimos aterrados de esta experiencia, nunca descubriremos al león que somos realmente. Sólo a través de abrimos a este filo y de enfrentamos a nuestro miedo a la nada podemos descubrir la verdad: que somos algo mucho más poderoso y real que ninguna de nuestras identidades autocreadas.

Por eso, cuando alguien a quien amamos, desafía nuestra fachada, si somos capaces de considerarlo una ocasión de trabajar el alma, en lugar de una victoria o una derrota, estaremos creando un nuevo contexto para esta clase de conflicto. Se convertirá en un combate sagrado.

La suavización y la valentía

Ciertamente, la vida sería más fácil si escogiésemos una pareja que se acomodase o sometiese a nosotros. Sin embargo, puesto que nuestra alma quiere liberarse de las viejas identidades que nos limitan, a menudo escogemos a alguien que, por el contrario, tantea nuestros resortes, golpea los barrotes de nuestra jaula del alma y que nos pone en contacto con sentimientos incómodos que hace tiempo que estábamos tratando de desterrar. Si nuestro objetivo es llegar a ser más conscientes en una relación, es importante reconocer que hay algo en nosotros que realmente quiere ser sacudido de esta forma, aunque nuestro ego pueda resistirse.

Mantener una visión más amplia de la relación puede ayudarnos a aceptar este reto, al recordamos que cuando la pareja empieza a golpear nuestra jaula, es para un bien mayor: ayudarnos a madurar y a abrimos. Cuando consideramos tal fricción como parte de nuestro trabajo del alma, nuestra lucha es más genuina y real, se convierte en una cualidad sagrada en vez de destructiva. Puede convertirse en una astuta danza, como el aikido, que se basa en utilizar el ataque del oponente como una oportunidad para caer, o rodar, por encima de todo para que podamos aprender a movemos fluidamente, sin rigidez. El propósito de esta lucha es suavizarte: te ayuda a descubrir que eres algo más profundo, más rico, y más fluido que cualquier identidad del ego a la que estés aferrándote.

Desde esta perspectiva, tu pareja no es un adversario, sino alguien que sirve a tu desarrollo. En el aikido y en otras artes marciales orientales, siempre te inclinas ante tu adversario, como manera de expresar lo que a tu alma le gustaría declarar: «Te honro y te respeto como un oponente digno, y valoro la oportunidad de aprender y crecer a través de este combate contigo». No es por accidente que las metáforas de amor y guerra -de persecución y rendición- están a menudo asociadas. El dios del amor, armado con flechas para penetrar nuestro duro exterior; destruye nuestras autocomplacientes fachadas y nos perfora hasta el núcleo.

Aproximarse al conflicto de la relación con este espíritu provoca que éste se entrene para convertirse en guerrero, -en el sagrado, y no en el mundano, sentido del término. En su libro, “Shambala: la senda sagrada del guerrero”, Chogyam Trungpa define guerrero como «el que es valiente». La valentía implica una voluntad de dejar que nuestras defensas y escondites queden expuestos, para que podamos abrimos más completamente a la vida. Ser un guerrero en una relación significa estar dispuesto a afrontar nuestro dolor y nuestro miedo, en lugar de tratar de evitarlos continuamente.

No cabe ninguna duda de que nos será difícil abrirnos de esta manera, o suavizarnos en el conflicto, a menos que también compartamos una conexión de corazones mediante la cual sintamos que nuestra pareja básicamente nos ama y nos acepta tal y como somos. Tiene que existir buena fe y buena voluntad por ambas partes. Cuando mantenemos una conexión basada en la buena fe y la buena voluntad, todo lo que tenga que decir nuestra pareja sobre nosotros contendrá algo de verdad que nos puede resultar beneficioso oír. Por supuesto que nuestra primera reacción puede ser defensiva: «No quiero oírlo.» Es posible que pase algún tiempo antes de que seamos capaces de reconocer la verdad de lo que está diciendo nuestra pareja, antes de que permitamos entrar al mensaje, y admitamos, «Bien, puede ser que tenga razón».

Así es como normalmente necesitamos relajar nuestras defensas en un principio: abriendo una pequeña rendija de la puerta cada vez, en lugar de tratar de apartar sus defensas de una manera enérgica. Sobre todo, es importante ser amables con nosotros mismos en los momentos en los que nos sentimos amenazados por lo que nuestra pareja está diciendo. Si nos culpamos o nos atacamos cuando nuestra pareja nos muestra alguna verdad desagradable sobre nosotros, esto sólo nos hará contraernos y endurecemos más. El ser amables con nosotros mismos nos proporciona apoyo cuando más lo necesitamos y este apoyo interior nos presta coraje para que así podamos relajar nuestras defensas y escuchar las preocupaciones de nuestra pareja.

Así pues, la suavidad y la valentía van mano a mano. En palabras de Trungpa, "Descubrir la valentía proviene de trabajar con suavidad el corazón humano". Por otra parte, «la valentía es tan frágil como la porcelana china. Si uno la deja caer, se romperá». Esta combinación de coraje y ternura es esencial para una relación consciente. Nos permite escuchar las cosas difíciles que aquellos que amamos tienen que decirnos, y aprender las lecciones del alma que nos ayudarán a liberar el león que somos.

Del libro “Amar y despertar”, de John Welwood, Ediciones Obelisco.