miércoles, 2 de septiembre de 2015


Y me quedo detenida sin quererlo en las palabras, en las letras que se suceden unas a otras dando forma a aquello que tiene la presunción de expresar los sentimientos.
Recorro cada renglón con la avidez de la rapiña, tratando de encontrar las respuestas a infinitos uróboros que envuelven el corazón y lo atraviesan cual eslabones de una cadena interminable.
Y me detengo allí, en la página abierta, en aquel quiebre de la encuadernación que pareciera, cual oráculo divino, indicarme dónde debo abrevar.
Una palabra lleva a otra y ya olvido la fatal vara para hurgar en cada punto, en cada párrafo, buscando…
Qué vacío no llenan tus palabras Barthes, cuando hablas del vacío?
Qué aguas no me mojan al pasar sin repetición, en las heraclitianas extensiones del presente?
Hoy es este momento, este minuto, este instante en que mis ojos te leen, y te entienden, o creen saber lo que escribiste hace siglos, o hace muy poco atrás.
Cabe en una página el universo lo mismo que el minuto, y vuelvo a leer como si fuera nuevo, lo que un día guió tu mano.
María Williams

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