domingo, 7 de febrero de 2010

Salvemos a Oliverio...



Cuando el pobre Oliverio escribió Espantapájaros, allá por 1932, se debatía con lo que todos y cada uno de nosotros poseemos. Miles de "nosotros" conviviendo en nosotros.
"Soy una manifestación de personalidades"

Pero el pobre no pudo con ellas. Luchaba incansablemente para ocultarlas...cuando la solución era sólo observarlas, ponerlas a la luz, amarlas, verlas tal cuál son todas y cada una de ellas. Aceptarlas, procurar darles un espacio, ayudarlas, encaminarlas, poner las más aptas adelante, dejar las más débiles en un rinconcito.
Todas y cada una, engranajes indispensables de lo que somos.

"Yo Soy", yo soy UNO, pero tengo muchas partes, como todos somos uno con todos, esto se repite en nuestro interior. Y como en el universo, hay tormentas y armonía, guerras y paz.

Y YO SOY también el OBSERVADOR, el SUPREMO, el que pone órden a todas las cosas, "así en nosotros como en el Universo"



Espantapájaros 8 (Oliverio Girondo)
Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades.

En mí, la personalidad es una especie de furunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad.

Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el W. C.

¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso! ¡Imposible saber cuál es la verdadera!

Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me pertenezcan.

¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo —me pregunto— todas estas personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora?

El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo, para enfermarse de indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia... de un egoísmo... de una falta de tacto...

Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de contemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!, cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio. Ni bien aquélla desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas.

Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.

Oliverio Girondo
Espantapájaros 8


Querido Oliverio: has dado un gran paso viéndolas. No las ocultes! No las mandes a la mierda! Obsérvalas! Domestícalas! Te lo propongo, desde mi constante experiencia con mis "fieras". Hazlo!

sábado, 6 de febrero de 2010

Del infierno al cielo



Del infierno al cielo nos vivimos
Jugando a la belleza y al dolor
Del infierno al cielo en el delirio
Tejida la verdad, tejida la ilusión
Del infierno al cielo heridos
Como ángeles caídos de su Dios.

Del infierno al cielo la esperanza
El miedo, la distancia y la pasión
Del infierno al cielo la balanza
Colgados de un tal vez, pendiendo de un adiós
Del infierno al cielo andamos
De la mano y sin bendición

Quién dicta cada regla
Quién hablara de un sueño
Quién pide algún perdón
Quién reza en esta espera
Quién busca en cada empeño
Vendernos el amor

Quién no torció el camino
Haciendo del destino algo mejor
Quién abrirá las alas para volver al sol

Del infierno al cielo todavía
Bebiendo de este vaso otro ciclón
Del infierno al cielo y sin guarida
Robando libertad, rentando al corazón
Del infierno al cielo el llanto
Y entre tanto sólo una canción


Alejandro Filio